El término “añafil” procede del
árabe “nafir”, y el Diccionario de la Real Academia de la Lengua lo define
como: “Trompeta recta morisca, parecida a la tuba romana, que se usó también en
Castilla”.
Efectivamente, estamos hablando
de un aerófono recto, cuyo sonido surge de la vibración de los labios del
intérprete en una boquilla en forma de pequeño embudo. Este tipo de instrumento
se encuentra en diversas culturas alrededor del mundo, agrupándose generalmente
en el apartado de las denominadas “trompas naturales”, ya que no presentan
orificios, llaves ni ningún otro elemento constructivo que altere la afinación
o el timbre.
Aparece con frecuencia en la
iconografía medieval (Beatos de los siglos X y XI, y Cantigas de Santa María de
Alfonso X, del siglo XIII, etc.). Es frecuente encontrarlo representado en
escenas de batallas, con estandartes incorporados que identifican su
militancia.
En la actualidad es frecuente
encontrarlo aún en uso en algunas cofradías religiosas de los países del
Magreb.
Con el tiempo, el largo tubo del
añafil se curvaría para convertirse en un instrumento más manejable, y
evolucionaría hasta llegara a los aerófonos de boquilla que conocemos en la
actualidad, equipados con llaves y pistones (trompetas, tubas, trombones, etc.).
Este instrumento se exhibe en el
Museo de la Música de Urueña, colección Luis Delgado.
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