jueves, 1 de enero de 2015

El clave



Celia Revilla es la autora de este trabajo:


 
El clave ha tenido un importante papel en la música académica europea desde el siglo XVI hasta el XVIII y, después, en el siglo XX, ya sea como solista, como acompañante o a solo, teniendo su edad dorada en el Barroco, para después caer en el olvido en el Romanticismo y resurgir con fuerza en el siglo XX.

El clavicémbalo recuerda por su forma a un gran piano de concierto, aunque más estrecho.
Las cuerdas de alambre del clavicémbalo se extienden desde donde se sienta el intérprete.
Su mecanismo básico es el siguiente: en el extremo de cada tecla hay una pieza de madera que se llama martinete, cuya parte superior está al mismo nivel de las cuerdas. Sobresaliendo del costado del martinete y descansando por debajo de las cuerdas hay una púa o plectro. Al oprimir la tecla se levantan el martinete y el plectro, que pulsa las cuerdas al pasar, produciendo el sonido. La cuerda se amortigua gracias a un pedacito de fieltro unido a la parte superior del martinete, dejando de sonar la nota.

El clavicémbalo tiene con frecuencia dos y a veces hasta tres teclados. Suele poseer más de un grupo o juego de cuerdas, junto con los martinetes y plectros necesarios para hacerlas funcionar. Mediante registros o tiradores accionados con la mano o los pedales el intérprete puede usar el grupo de cuerdas que quiera o combinarlos según los necesite. Con todo ello se consigue un sonido mucho más fuerte y brillante.  De todas maneras no hay variaciones de la intensidad del sonido, al menos perceptiblemente, según sus teclas se opriman suave o fuertemente; sólo se consigue un cambio de volumen agregando registros o acoplándolos. Esta es la razón de que en las obras escritas para clavecín no encontremos indicaciones dinámicas por parte del compositor.

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